ASIGNATURA DE LENGUA CASTELLANA Y COMUNICACION

Hola, queridos alumnos de primer año. Este blog ha sido creado para complementar los contenidos de la asignatura. Espero que te diviertas y puedas aprender cada día más.
Profesora Karina

miércoles, 29 de septiembre de 2010

CAPITULO 1: Comienza la hermosa historia de amor

LA TRAGEDIA DE ROMEO Y JULIETA
Los amantes de Verona

PRÓLOGO
[Entra] el
CORO

CORO

En Verona, escena de la acción,
dos familias de rango y calidad
renuevan viejos odios con pasión
y manchan con su sangre la ciudad.
De la entraña fatal de estos rivales
nacieron dos amantes malhadados,
cuyas desgracias y funestos males
enterrarán conflictos heredados..
El curso de un amor de muerte herido
y una ira paterna tan extrema
que hasta el fin de sus hijos no ha cedido
será en estas dos horas
nuestro tema.
Si escucháis la obra con paciencia,
nuestro afán salvará toda carencia.

[Sale.]

I - Entran SANSÓN y GREGORIO, de la casa de los
Capuletos, armados con espada y escudo.

SANSÓN
Gregorio, te juro que no vamos a tragar saliva.

GREGORIO
No, que tan tragones no somos.

SANSÓN
Digo que si no los tragamos, se les corta el cuello.

GREGORIO
Sí, pero no acabemos con la soga al cuello.

SANSÓN
Si me provocan, yo pego rápido.

GREGORIO
Sí, pero a pegar no te provocan tan rápido.

SANSÓN
A mí me provocan los perros de los Montescos.

GREGORIO
Provocar es mover y ser valiente, plantarse, así que si te provocan, tú sales corriendo.

SANSÓN
Los perros de los Montescos me mueven a plantarme. Con un hombre o mujer de los Montescos me agarro a las paredes.

GREGORIO
Entonces es que te pueden, porque al débil lo empujan contra la pared.

SANSÓN
Cierto, y por eso a las mujeres, seres débiles, las empujan contra la pared. Así que yo echaré de la pared a los hombres de Montesco y empujaré contra ella a las mujeres.

GREGORIO
Pero la disputa es entre nuestros amos y nosotros, sus criados.

SANSÓN
Es igual; me portaré como un déspota. Cuando haya peleado con los hombres, seré cortés con las doncellas: las desvergaré.

GREGORIO
¿Desvergar doncellas?

SANSÓN
Sí, desvergar o desvirgar. Tómalo por donde quieras.

GREGORIO
Por dónde lo sabrán las que lo prueben.

SANSÓN
Pues me van a probar mientras este no se encoja, y ya se sabe que soy más carne que pescado.

GREGORIO
Menos mal, que, si no, serías un merluzo. Saca el hierro, que vienen de la casa de Montesco..

Entran otros dos criados [uno llamado ABRAHÁN)

SANSÓN
Aquí está mi arma. Tú pelea; yo te guardo las espaldas.

GREGORIO
¿Para volver las tuyas y huir?

SANSÓN
Descuida, que no.

GREGORIO
No, contigo no me descuido.

SANSÓN
Tengamos la ley de nuestra parte: que empiecen ellos.

GREGORIO
Me pondré ceñudo cuando pase por su lado, y que se lo tomen como quieran.

SANSÓN
Si se atreven. Yo les haré burla
, a ver si se dejan insultar.

ABRAHÁN
¿Nos hacéis burla, señor?

SANSÓN
Hago burla.

ABRAHÁN
¿Nos hacéis burla a nosotros, señor?

SANSÓN [aparte a GREGORIO]
¿Tenemos la ley de nuestra parte si digo que sí?

GREGORIO [aparte a SANSÓN]
No.

SANSÓN
No, señor, no os hago burla. Pero hago burla, señor.

GREGORIO
¿Buscáis pelea?

ABRAHÁN
¿Pelea? No, señor.

SANSÓN
Mas si la buscáis, aquí estoy yo: criado de tan buen amo como el vuestro.

ABRAHÁN
Mas no mejor.

SANSÓN
Pues...

Entra BENVOLIO.

GREGORIO [aparte a SANSÓN]
Di que mejor: ahí viene un pariente del amo

SANSÓN
Sí, señor: mejor.

ABRAHÁN
¡Mentira!

SANSÓN
Desenvainad si sois hombres. Gregorio, recuerda tu mandoble.

Pelean.

BENVOLIO [desenvaina]
¡Alto, bobos! Envainad; no sabéis lo que hacéis.

Entra TEBALDO…

TEBALDO
¿Conque desenvainas contra míseros esclavos?
Vuélvete, Benvolio, y afronta tu muerte.

BENVOLIO
Estoy poniendo paz. Envaina tu espada o ven con ella a intenta detenerlos.

TEBALDO
¿Y armado hablas de paz? Odio esa palabra como odio el infierno, a ti y a los Montescos. ¡Vamos, cobarde!
[Luchan.]

Entran tres o cuatro CIUDADANOS con palos.

CIUDADANOS
¡Palos, picas, partesanas! ¡Pegadles! ¡Tumbadlos!
¡Abajo con los Capuletos! ¡Abajo con los Montescos!

Entran CAPULETO, en bata , y su esposa [la SEÑORA CAPULETO].

CAPULETO
¿Qué ruido es ese? ¡Dadme mi espada de guerra!

SEÑORA CAPULETO
¡Dadle una muleta! - ¿Por qué pides la espada?

Entran MONTESCO y su esposa [la SEÑORA MONTESCO].

CAPULETO
¡Quiero mi espada! ¡Ahí está Montesco, blandiendo su arma en desafío!

MONTESCO
¡Infame Capuleto! - ¡Suéltame, vamos!

SEÑORA MONTESCO
Contra tu enemigo no darás un paso.

Entra el PRINCIPE DELLA SCALA, con su séquito.

PRÍNCIPE
¡Súbditos rebeldes, enemigos de la paz,
que profanáis el acero con sangre ciudadana!
–¡No escuchan! - ¡Vosotros, hombres, bestias,
que apagáis el ardor de vuestra cólera
con chorros de púrpura que os salen de las venas!
¡Bajo pena de tormento, arrojad de las manos sangrientas esas mal templadas armas
y oíd la decisión de vuestro Príncipe!
Tres refriegas, que, por una palabra de nada,
vos causasteis, Capuleto, y vos, Montesco,
tres veces perturbaron la quietud de nuestras calles
e hicieron que los viejos de Verona
prescindiesen de su grave indumentaria
y con viejas manos empuñasen viejas armas,
corroídas en la paz, por apartaros
del odio que os corroe. Si causáis
otro disturbio, vuestra vida será el precio.
Por esta vez, que todos se dispersen.
Vos, Capuleto, habréis de acompañarme.
Montesco, venid esta tarde a Villa Franca
,
mi Palacio de Justicia, a conocer
mis restantes decisiones sobre el caso.
¡Una vez más, bajo pena de muerte, dispersaos!

Salen [todos, menos MONTESCO, la SEÑORA MONTESCO y BENVOLIO].

MONTESCO
¿Quién ha renovado el viejo pleito?
Dime, sobrino, ¿estabas aquí cuando empezó?

BENVOLIO
Cuando llegué, los criados de vuestro adversario estaban enzarzados con los vuestros.
Desenvainé por separarlos. En esto apareció
el fogoso Tebaldo, espada en mano,
y la blandía alrededor de la cabeza,
cubriéndome de insultos y cortando el aire,
que, indemne, le silbaba en menosprecio.
Mientras cruzábamos tajos y estocadas,
llegaron más, y lucharon de uno y otro lado
hasta que el Príncipe vino y pudo separarlos.

SEÑORA MONTESCO
¿Y Romeo? ¿Le has visto hoy? Me alegra
el ver que no ha estado en esta pelea.

BENVOLIO
Señora, una hora antes de que el astro rey
asomase por las áureas ventanas del oriente,
la inquietud me empujó a pasear.
Entonces, bajo unos sicamores
que crecen al oeste de Verona,
caminando tan temprano vi a vuestro hijo.
Fui hacia él, que, advirtiendo mi presencia,
se escondió en el boscaje.
Medí sus sentimientos por los míos,
que ansiaban un espacio retirado
(mi propio ser entristecido me sobraba),
seguí mi humor al no seguir el suyo
y gustoso evité a quien por gusto me evitaba.

MONTESCO
Le han visto allí muchas mañanas, aumentando
con su llanto el rocío de la mañana,
añadiendo a las nubes sus nubes de suspiros.
Mas, en cuanto el sol, que todo alegra,
comienza a descorrer por el remoto oriente
las oscuras cortinas del lecho de Aurora,
mi melancólico hijo huye de la luz
y se encierra solitario en su aposento,
cerrando las ventanas, expulsando toda luz
y creándose una noche artificial
Este humor será muy sombrío y funesto
si la causa no la quita el buen consejo.

BENVOLIO
Mi noble tío, ¿conocéis vos la causa?

MONTESCO
Ni la conozco, ni por él puedo saberla.

BENVOLIO
¿Le habéis apremiado de uno a otro modo?

MONTESCO
Sí, y también otros amigos,
mas él sólo confía sus sentimientos
a sí mismo, no sé si con acierto,
y se muestra tan callado y reservado,
tan insondable y tan hermético
como flor comida por gusano
antes de abrir sus tiernos pétalos al aire
o al sol ofrecerle su hermosura.
Si supiéramos la causa de su pena,
le daríamos remedio sin espera.

Entra ROMEO.

BENVOLIO
Ahí viene. Os lo ruego, poneos a un lado:
me dirá su dolor, si no se ha obstinado.

MONTESCO
Espero que, al quedarte, por fin oigas
su sincera confesión. Vamos, señora.

Salen [MONTESCO y la SEÑORA MONTESCO].

BENVOLIO
Buenos días, primo.

ROMEO
¿Ya es tan de mañana?

BENVOLIO
Las nueve ya han dado.

ROMEO
¡Ah! Las horas tristes se alargan.
¿Era mi padre quien se fue tan deprisa?

BENVOLIO
Sí. ¿Qué tristeza alarga las horas de Romeo?

ROMEO
No tener lo que, al tenerlo, las abrevia.

BENVOLIO
¿Enamorado?

ROMEO
Cansado.

BENVOLIO
¿De amar?

ROMEO
De no ser correspondido por mi amada.

BENVOLIO
¡Ah! ¿Por qué el amor, de presencia gentil,
es tan duro y tiránico en sus obras?

ROMEO
¡Ah! ¿Por qué el amor, con la venda en los ojos,
puede, siendo ciego imponer sus antojos?
¿Dónde comemos? ¡Ah! ¿Qué pelea ha habido?
No me lo digas, que ya lo sé todo.
Tumulto de odio, pero más de amor.
¡Ah, amor combativo! ¡Ah, odio amoroso!
¡Ah, todo, creado de la nada!
¡Ah, grave levedad, seria vanidad, caos deforme
de formas hermosas, pluma de plomo,
humo radiante, fuego glacial, salud enfermiza,
sueño desvelado, que no es lo que es!
Yo siento este amor sin sentir nada en él.
¿No te ríes?

BENVOLIO
No, primo; más bien lloro.

ROMEO
¿Por qué, noble alma?

BENVOLIO
Porque en tu alma hay dolor.

ROMEO
Así es el pecado del amor:
mi propio pesar, que tanto me angustia,
tú ahora lo agrandas, puesto que lo turbas
con el tuyo propio. Ese amor que muestras
añade congoja a la que me supera.
El amor es humo, soplo de suspiros:
se esfuma, y es fuego en ojos que aman;
refrénalo, y crece como un mar de lágrimas.
¿Qué cosa es, si no? Locura juiciosa,
amargor que asfixia, dulzor que conforta.
Adiós, primo mío.

BENVOLIO
Voy contigo, espera;
injusto serás si ahora me dejas.

ROMEO
¡Bah! Yo no estoy aquí, y me hallo perdido.
Romeo no es este: está en otro sitio.

BENVOLIO
Habla en serio y dime quién es la que amas.

ROMEO
¡Ah! ¿Quieres oírme gemir?

BENVOLIO
¿Gemir? No: quiero que digas en serio quién es.

ROMEO
Pídele al enfermo que haga testamento;
para quien tanto lo está, es un mal momento.
En serio, primo, amo a una mujer.

BENVOLIO
Por ahí apuntaba yo cuando supe que amabas.

ROMEO
¡Buen tirador! Y la que amo es hermosa.

BENVOLIO
Si el blanco es hermoso, antes se acierta.

ROMEO
Ahí has fallado: Cupido no la alcanza
con sus flechas; es prudente cual Diana:
su casta coraza la protege tanto
que del niño Amor no la hechiza el arco.
No puede asediarla el discurso amoroso,
ni cede al ataque de ojos que asaltan,
ni recoge el oro que tienta hasta a un santo.
En belleza es rica y su sola pobreza.
está en que, a su muerte, muere su riqueza.

BENVOLIO
¿Así que ha jurado vivir siempre casta?

ROMEO
Sí, y con ese ahorro todo lo malgasta:
matando lo bello por severidad
priva de hermosura a la posteridad.
Al ser tan prudente con esa belleza
no merece el cielo, pues me desespera.
No amar ha jurado, y su juramento
a quien te lo cuenta le hace vivir muerto.

BENVOLIO
Hazme caso y no pienses más en ella.

ROMEO
Enséñame a olvidar.

BENVOLIO
Deja en libertad a tus ojos:
contempla otras bellezas.

ROMEO
Así estimaré la suya en mucho más.
Esas máscaras negras que acarician
el rostro de las bellas nos traen al recuerdo
la belleza que ocultan. Quien ciego ha quedado
no olvida el tesoro que sus ojos perdieron.
Muéstrame una dama que sea muy bella.
¿Qué hace su hermosura sino recordarme
a la que supera su belleza?
Enseñarme a olvidar no puedes. Adiós.

BENVOLIO
Pues pienso enseñarte o morir tu deudor.

Salen.

II - Entran CAPULETO, el Conde PARIS y el gracioso [CRIADO de Capuleto].

CAPULETO
Montesco está tan obligado como yo,
bajo la misma pena. A nuestros años
no será difícil, creo yo, vivir en paz.

PARIS
Ambos gozáis de gran reputación y es lástima
que llevéis enfrentados tanto tiempo.
En fin, señor, ¿qué decís a este pretendiente?

CAPULETO
Lo que ya he dicho antes:
mi hija nada sabe de la vida;
aún no ha llegado a los catorce.
Dejad que muera el esplendor de dos veranos
y habrá madurado para desposarse.

PARIS
Otras más jóvenes ya son madres felices.

CAPULETO
Quien pronto se casa, pronto se amarga.
Mis otras esperanzas las cubrió la tierra;
ella es la única que me queda en la vida.
Mas cortejadla, Paris, enamoradla,

que en sus sentimientos ella es la que manda.
Una vez que acepte, daré sin reservas
mi consentimiento al que ella prefiera.
Esta noche doy mi fiesta de siempre,
a la que vendrá multitud de gente,
y todos amigos. Uníos a ellos
y con toda el alma os acogeremos.
En mi humilde casa esta noche ved
estrellas terrenas el cielo encender.
La dicha que siente el joven lozano
cuando abril vistoso muda el débil paso
del caduco invierno, ese mismo goce
tendréis en mi casa estando esta noche
entre mozas bellas. Ved y oíd a todas,
y entre ellas amad a la más meritoria;
con todas bien vistas, tal vez al final
queráis a la mía, aunque es una más.
Venid vos conmigo. [Al CRIADO.] Tú ve por Verona,
recorre sus calles, busca a las personas
que he apuntado aquí; diles que mi casa,
si bien les parece, su presencia aguarda.

Sale [con el Conde PARIS].

CRIADO
¡Que busque a las personas que ha apuntado aquí! Ya lo dicen: el zapatero, a su regla; el sastre, a su horma; el pescador, a su brocha, y el pintor, a su red. Pero

a mí me mandan que busque a las personas que ha apuntado, cuando no sé leer

los nombres que ha escrito el escribiente. Preguntaré al instruido.

Entran BENVOLIO y ROMEO.
¡Buena ocasión!

BENVOLIO
Vamos, calla: un fuego apaga otro fuego;
el pesar de otro tu dolor amengua;
si estás mareado, gira a contrapelo;
la angustia insufrible la cura otra pena.
Aqueja tu vista con un nuevo mal
y el viejo veneno pronto morirá.

ROMEO
Las cataplasmas son grandes remedios.

BENVOLIO
Remedios, ¿contra qué!

ROMEO
Golpe en la espinilla.

BENVOLIO
Pero, Romeo, ¿tú estás loco?

ROMEO
Loco, no; más atado que un loco:
encarcelado, sin mi alimento, azotado
y torturado, y... Buenas tardes, amigo.

CRIADO
Buenas os dé Dios. Señor, ¿sabéis leer?

ROMEO
Sí, mi mala fortuna en mi adversidad.

CRIADO
Eso lo habréis aprendido de memoria. Pero, os lo ruego, ¿sabéis leer lo que veáis?

ROMEO
Si conozco el alfabeto y el idioma, sí.

CRIADO
Está claro. Quedad con Dios.

ROMEO
Espera, que sí sé leer.

Lee el papel.

«El signor Martino, esposa e hijas.
El conde Anselmo y sus bellas hermanas.
La viuda del signor Vitruvio.
El signor Piacencio y sus lindas sobrinas.
Mercucio y su hermano Valentino.
Mi tío Capuleto, esposa a hijas.
Mi bella sobrina Rosalina y Livia.
El signor Valentio y su primo Tebaldo.
Lucio y la alegre Elena.»

Bella compañía. ¿Adónde han de ir?

CRIADO
Arriba.

ROMEO
¿Adónde? ¿A una cena?

CRIADO
A nuestra casa.

ROMEO
¿A casa de quién?

CRIADO
De mi amo.

ROMEO
Tenía que habértelo preguntado antes.

CRIADO
Os lo diré sin que preguntéis. Mi amo es el grande y rico Capuleto, y si vos no sois de los Montescos, venid a echar un trago de vino. Quedad con Dios.

Sale.

BENEVOLIO
En el festín tradicional de Capuleto
estará tu amada, la bella Rosalina
,
con las más admiradas bellezas de Verona.
Tú ve a la fiesta: con ojo imparcial
compárala con otras que te mostraré,
y, en lugar de un cisne, un cuervo has de ver.

ROMEO
Si fuera tan falso el fervor de mis ojos,
que mis lágrimas se conviertan en llamas,
y si se anegaron, siendo mentirosos,
y nunca murieron, cual herejes ardan.
¡Otra más hermosa! Si todo ve el sol,
su igual nunca ha visto desde la creación.

BENVOLIO
Te parece bella si no ves a otras:
tus ojos con ella misma la confrontan.
Pero si tus ojos hacen de balanza,
sopesa a tu amada con cualquier muchacha
que pienso mostrarte brillando en la fiesta,
y lucirá menos la que ahora te ciega.

ROMEO
Iré, no por admirar a las que elogias,
sino sólo el esplendor de mi señora.

[Salen. ]

III - Entran la SEÑORA CAPULETO y el AMA.

SEÑORA CAPULETO
Ama, ¿y mi hija? Dile que venga.

AMA
Ah, por mi virginidad a mis doce años,
¡si la mandé venir! ¡Eh, paloma! ¡Eh, reina!
¡Santo cielo! ¿Dónde está la niña? ¡Julieta!

Entra JULIETA.

JULIETA
Hola, ¿quién me llama?

AMA
Tu madre.

JULIETA
Aquí estoy, señora. ¿Qué deseáis?

SEÑORA CAPULETO
Pues se trata... Ama, déjanos un rato;
hemos de hablar a solas... Ama, vuelve.
Pensándolo bien, más vale que lo oigas.
Sabes que mi hija está en edad de merecer.

AMA
Me sé su edad hasta en las horas.

SEÑORA CAPULETO
Aún no tiene los catorce.

AMA
Apuesto catorce de mis dientes
(aunque, ¡válgame!, no me quedan más que cuatro)
a que no ha cumplido los catorce.
¿Cuánto falta para que acabe julio?

SEÑORA CAPULETO
Dos semanas y pico.

AMA
Pues con o sin pico, entre todos los días del año
la última noche de julio cumple los catorce.
Susana y ella (¡Señor, da paz a las ánimas!)
tenían la misma edad. Bueno, Susana
está en el cielo, yo no la merecía. Como digo,
la última noche de julio cumple los catorce,
vaya que sí; me acuerdo muy bien.
Del terremoto hace ahora once años
y, de todos los días del año (nunca
se me olvidará) ese mismo día la desteté:
me había puesto ajenjo en el pecho,
ahí sentada al sol, bajo el palomar.
El señor y vos estabais en Mantua.
(¡qué memoria tengo!). Pero, como digo,
en cuanto probó el ajenjo en mi pezón
y le supo tan amargo... Angelito,
¡hay que ver qué rabia le dio la teta!
De pronto el palomar dice que tiembla; desde luego,
no hacía falta avisarme que corriese.
Y de eso ya van once años, pues entonces
se tenía en pie ella solita. ¡Qué digo!
¡Pero si podía andar y correr!
El día antes se dio un golpe en la frente,
y mi marido (que en paz descanse,
siempre alegre) levantó a la niña.
«Ajá», le dijo, «¿te caes boca abajo?
Cuando tengas más seso te caerás boca arriba,
¿a que sí, Juli?» Y, Virgen santa,
la mocosilla paró de llorar y dijo que sí.
¡Pensar que la broma iba a cumplirse!
Aunque viva mil años, juro que nunca
se me olvidara. «¿A que sí, Juli?», dice.
Y la pobrecilla se calla y le dice que sí.

SEÑORA CAPULETO
Ya basta. No sigas, te lo ruego.

AMA
Sí, señora. Pero es que me viene la risa
de pensar que se calla y le dice que sí.
Y eso que llevaba en la frente un chichón
de grande como un huevo de pollo;
un golpe muy feo, y lloraba amargamente.
«Ajá» , dice mi marido, «¿te caes boca abajo?
Cuando seas mayor te caerás boca arriba,
¿a que sí, Juli?» Y se calla y le dice que sí.

JULIETA
Calla tú también, ama, te lo ruego.

AMA
¡Chsss...! He dicho. Dios te dé su gracia;
fuiste la criatura más bonita que crié.
Ahora mi único deseo es vivir para verte casada.

SEÑORA CAPULETO
Pues de casamiento venía yo a hablar.
Dime, Julieta, hija mía,
¿qué te parece la idea de casarte?

JULIETA
Es un honor que no he soñado.

AMA
¡Un honor! Si yo no fuera tu nodriza,
diría que mamaste listeza de mis pechos.

SEÑORA CAPULETO
Pues piensa ya en el matrimonio. Aquí, en Verona,
hay damas principales, más jóvenes que tú,
que ya son madres. Según mis cuentas,
yo te tuve a ti más o menos a la edad
que tú tienes ahora. Abreviando:
el gallardo Paris te pretende.

AMA
¡Qué hombre, jovencita! Un hombre
que el mundo entero... ¡Es la perfección!

SEÑORA CAPULETO
El estío de Verona no da tal flor.

AMA
¡Eso, es una flor, toda una flor!

SEÑORA CAPULETO
¿Qué dices? ¿Podrás amar al caballero?
Esta noche le verás en nuestra fiesta
Si lees el semblante de Paris como un libro,
verás que la belleza ha escrito en él la dicha.
Examina sus facciones y hallarás
que congenian en armónica unidad,
y, si algo de este libro no es muy claro,
en el margen de sus ojos va glosado.
A este libro de amor, que ahora es tan bello,
le falta cubierta para ser perfecto.
Si en el mar vive el pez, también hay excelencia
en todo lo bello que encierra belleza:
hay libros con gloria, pues su hermoso fondo
queda bien cerrado con broche de oro.
Todas sus virtudes, uniéndote a él,
también serán tuyas, sin nada perder.

AMA
Perder, no; ganar: el hombre engorda a la mujer.

SEÑORA CAPULETO
En suma, ¿crees que a Paris amarás?

JULIETA
Creo que sí, si la vista lleva a amar.
Mas no dejaré que mis ojos le miren
más de lo que vuestro deseo autorice.

Entra un CRIADO.

CRIADO
Señora, los convidados ya están; la cena, en la mesa; preguntan por vos y la señorita; en la despensa maldicen al ama, y todo está por hacer. Yo voy a servir.
Os lo ruego, venid en seguida.

Sale.

SEÑORA CAPULETO
Ahora mismo vamos. Julieta, te espera el conde.

AMA
¡Vamos! ¡A gozar los días gozando las noches!

Salen.

IV - Entran ROMEO, MERCUCIO, BENVOLIO, con cinco o seis máscaras, portadores de antorchas.

ROMEO
¿Decimos el discurso de rigor
o entramos sin dar explicaciones?

BENVOLIO
Hoy ya no se gasta tanta ceremonia:
nada de Cupido con los ojos vendados
llevando por arco una regla pintada
y asustando a las damas como un espantajo,
ni tímido prólogo que anuncia una entrada
dicho de memoria con apuntador.
Que nos tomen como quieran. Nosotros
les tomamos algún baile y nos vamos.

ROMEO
Dadme una antorcha, que no estoy para bailes.
Si estoy tan sombrío, llevaré la luz.

MERCUCIO
No, gentil Romeo: tienes que bailar.

ROMEO
No, de veras. Vosotros lleváis calzado
de ingrávida suela, pero yo del suelo
no puedo moverme, de tanto que me pesa el alma.

MERCUCIO
Tú, enamorado, pídele las alas a Cupido
y toma vuelo más allá de todo salto.

ROMEO
El vuelo de su flecha me ha alcanzado
y ya no puedo elevarme con sus alas,
ni alzarme por encima de mi pena,
y así me hundo bajo el peso del amor.

MERCUCIO
Para hundirte en amor has de hacer peso:
demasiada carga para cosa tan tierna.

ROMEO
¿Tierno el amor? Es harto duro,
harto áspero y violento, y se clava como espina.

MERCUCIO
Si el amor te maltrata, maltrátalo tú:
si se clava, lo clavas y lo hundes.
Dadme una máscara, que me tape el semblante:
para mi cara, careta. ¿Qué me importa ahora
que un ojo curioso note imperfecciones?
Que se ruborice este mascarón.

BENVOLIO
Vamos, llamad y entrad. Una vez dentro,
todos a mover las piernas.

ROMEO
Dadme una antorcha. Que la alegre compañía
haga cosquillas con sus pies a las esteras
,
que a mí bien me cuadra el viejo proverbio:
bien juega quien mira, y así podré ver
mejor la partida; pero sin jugar.

MERCUCIO
Te la juegas, dijo el guardia.
Si no juegas, habrá que sacarte;
sacarte, con perdón, del fango amoroso
en que te hundes. Ven, que se apaga la luz.

ROMEO
No es verdad.

MERCUCIO
Digo que si nos entretenemos,
malgastamos la antorcha, cual si fuese de día.
Toma el buen sentido y verás que aciertas
cinco veces más que con la listeza.

ROMEO
Nosotros al baile venimos por bien,
mas no veo el acierto.

MERCUCIO
Pues dime por qué.

ROMEO
Anoche tuve un sueño.

MERCUCIO
Y también yo.

ROMEO
¿Qué soñaste?

MERCUCIO
Que los sueños son ficción.

ROMEO
No, porque durmiendo sueñas la verdad.

MERCUCIO
Ya veo que te ha visitado la reina Mab
,
la partera de las hadas. Su cuerpo
es tan menudo cual piedra de ágata
en el anillo de un regidor.
Sobre la nariz de los durmientes
seres diminutos tiran de su carro,
que es una cáscara vacía de avellana
y está hecho por la ardilla carpintera o la oruga
(de antiguo carroceras de las hadas).
Patas de araña zanquilarga son los radios,
alas de saltamontes la capota;
los tirantes, de la más fina telaraña;
la collera, de reflejos lunares sobre el agua;
la fusta, de hueso de grillo; la tralla, de hebra;
el cochero, un mosquito vestido de gris,
menos de la mitad que un gusanito
sacado del dedo holgazán de una muchacha.
Y con tal pompa recorre en la noche
cerebros de amantes, y les hace soñar el amor;
rodillas de cortesanos, y les hace soñar reverencias;
dedos de abogados, y les hace soñar honorarios;
labios de damas, y les hace soñar besos,
labios que suele ulcerar la colérica Mab,
pues su aliento está mancillado por los dulces.
A veces galopa sobre la nariz de un cortesano
y le hace soñar que huele alguna recompensa;
y a veces acude con un rabo de cerdo por diezmo
y cosquillea en la nariz al cura dormido,
que entonces sueña con otra parroquia.
A veces marcha sobre el cuello de un soldado
y le hace soñar con degüellos de extranjeros,
brechas, emboscadas, espadas españolas,
tragos de a litro; y entonces le tamborilea
en el oído, lo que le asusta y despierta;
y él, sobresaltado, entona oraciones
y vuelve a dormirse. Esta es la misma Mab
que de noche les trenza la crin a los caballos,
y a las desgreñadas les emplasta mechones de pelo,
que, desenredados, traen desgracias.
Es la bruja que, cuando las mozas yacen boca arriba,
las oprime y les enseña a concebir
y a ser mujeres de peso. Es la que...

ROMEO
¡Calla, Mercucio, calla!
No hablas de nada.

MERCUCIO
Es verdad: hablo de sueños,
que son hijos de un cerebro ocioso
y nacen de la vana fantasía,
tan pobre de sustancia como el aire
y más variable que el viento, que tan pronto
galantea al pecho helado del norte
como, lleno de ira, se aleja resoplando
y se vuelve hacia el sur, que gotea de rocío.

BENVOLIO
El viento de que hablas nos desvía.
La cena terminó y llegaremos tarde.

ROMEO
Muy temprano, temo yo, pues presiento
que algún accidente aún oculto en las estrellas
iniciará su curso aciago
con la fiesta de esta noche y pondrá fin
a esta vida que guardo en mi pecho
con el ultraje de una muerte adelantada.
Mas que Aquél que gobierna mi rumbo
guíe mi nave. ¡Vamos, alegres señores!

BENVOLIO
¡Que suene el tambor!

Desfilan por el escenario [y salen].

V - Entran CRIADOS con servilletas.

CRIADO 1
¿Dónde está Perola, que no ayuda a quitar la mesa? ¿Cuándo coge un plato? ¿Cuándo friega un plato?

CRIADO 2
Si la finura sólo está en las manos de uno, y encima no se las lava, vamos listos.

CRIADO 1
Llevaos las banquetas, quitad el aparador, cuidado con la plata. Oye, tú, sé bueno y guárdame un poco de mazapán; y hazme un favor: dile al portero que deje entrar a Susi Muelas y a Lena

[Sale el CRIADO 2]
¡Antonio! ¡Perola!

[Entran otros dos CRIADOS.]

CRIADO 3
Aquí estamos, joven.

CRIADO 1
Te buscan y rebuscan, lo llaman y reclaman allá, en el salón.

CRIADO 4
No se puede estar aquí y allí. ¡Ánimo, muchachos! Venga alegría, que quien resiste, gana el premio.

Salen.

Entran [CAPULETO, la SEÑORA CAPULETO, JULIETA, TEBALDO, el AMA], todos los convidados y las máscaras [ROMEO, BENVOLIO y MERCUCIO].

CAPULETO
¡Bienvenidos, señores! Las damas sin callos querrán echar un baile con vosotros.-¡Vamos, señoras!
¿Quién de vosotras se niega a bailar?
La que haga remilgos juraré que tiene callos.
¿A que he acertado?-¡Bienvenidos, señores!
Hubo un tiempo en que yo me ponía el antifaz
y musitaba palabras deleitosas
al oído de una bella. Pero pasó, pasó.
Bienvenidos, señores.-¡ Músicos, a tocar!
¡Haced sitio, despejad! ¡Muchachas, a bailar!

Suena la música y bailan.

¡Más luz, bribones! Desmontad las mesas
y apagad la lumbre, que da mucho calor
Oye, ¡qué suerte la visita inesperada!
Vamos, siéntate, pariente Capuleto,
que nuestra época de bailes ya pasó.
¿Cuánto tiempo hace
que estuvimos en una mascarada?

PARIENTE DE CAPULETO
¡Virgen santa! Treinta años.

CAPULETO
¡Qué va! No tanto, no tanto.
Fue cuando la boda de Lucencio:
en Pentecostés hará unos veinticinco años.
Esa fue la última vez.

PARIENTE DE CAPULETO
Hace más, hace más: su hijo es mayor;
tiene treinta años.

CAPULETO
¿Me lo vas a decir tú? Hace dos años
era aún menor de edad.

ROMEO [a un CRIADO]
¿Quién es la dama cuya mano
enaltece a ese caballero?

CRIADO
No lo sé, señor.

ROMEO
¡Ah, cómo enseña a brillar a las antorchas!
En el rostro de la noche es cual la joya
que en la oreja de una etíope destella...
No se hizo para el mundo tal belleza.
Esa dama se distingue de las otras
como de los cuervos la blanca paloma.
Buscaré su sitio cuando hayan bailado
y seré feliz si le toco la mano.
¿Supe qué es amor? Ojos, desmentidlo,
pues nunca hasta ahora la belleza he visto.

TEBALDO
Por su voz, este es un Montesco.-
Muchacho, tráeme el estoque.- ¿Cómo se atreve
a venir aquí el infame con esa careta,
burlándose de fiesta tan solemne?
Por mi cuna y la honra de mi estirpe,
que matarle no puede ser un crimen.

CAPULETO
¿Qué pasa, sobrino? ¿Por qué te sulfuras?

TEBALDO
Tío, ese es un Montesco, nuestro enemigo:
un canalla que viene ex profeso
a burlarse de la celebración.

CAPULETO
¿No es el joven Romeo?

TEBALDO
El mismo: el canalla de Romeo.

CAPULETO
Cálmate, sobrino; déjale en paz:
se porta como un digno caballero
y, a decir verdad, Verona habla con orgullo
de su nobleza y cortesía.
Ni por todo el oro de nuestra ciudad
le haría ningún desaire aquí, en mi casa.
Así que calma, y no le hagas caso.
Es mi voluntad, y si la respetas,
muéstrate amable y deja ese ceño,
pues casa muy mal con una fiesta.

TEBALDO
Casa bien si el convidado es un infame.
¡No pienso tolerarlo!

CAPULETO
Vas a tolerarlo. óyeme, joven don nadie:
vas a tolerarlo, ¡pues sí!
¿Quién manda aquí, tú o yo? ¡Pues sí!
¿Tú no tolerarlo? Dios me bendiga,
¿tú armar alboroto aquí, en mi fiesta?
¿Tú andar desbocado? ¿Tú hacerte el héroe?

TEBALDO
Pero, tío, ¡es una vergüenza!

CAPULETO
¡Conque sí! ¡Serás descarado!
¡Conque una vergüenza! Este juego tuyo
te puede costar caro, te lo digo yo.
¡Tú contrariarme! Ya está bien.-¡
Magnífico, amigos!-¡ Insolente!
Vete, cállate o...-¡Más luz, más luz!-
Te juro que te haré callar-¡ Alegría, amigos!

TEBALDO
Calmarme a la fuerza y estar indignado
me ha descompuesto, al ser tan contrarios.
Ahora me retiro, mas esta intrusión,
ahora tan grata, causará dolor.

Sale.

ROMEO
Si con mi mano indigna he profanado
tu santa efigie, sólo peco en eso:
mi boca, peregrino avergonzado,
suavizará el contacto con un beso.

JULIETA
Buen peregrino, no reproches tanto
a tu mano un fervor tan verdadero:
si juntan manos peregrino y santo,
palma con palma es beso de palmero.

ROMEO
¿Ni santos ni palmeros tienen boca?

JULIETA
Sí, peregrino: para la oración.

ROMEO
Entonces, santa, mi oración te invoca:
suplico un beso por mi salvación.

JULIETA
Los santos están quietos cuando acceden.

ROMEO
Pues, quieta, y tomaré lo que conceden
[La besa.]
Mi pecado en tu boca se ha purgado.

JULIETA
Pecado que en mi boca quedaría.

ROMEO
Repruebas con dulzura. ¿Mi pecado?
¡Devuélvemelo!

JULIETA
Besas con maestría.

AMA
Julieta, tu madre quiere hablarte.

ROMEO
¿Quién es su madre?

AMA
Pero, ¡joven!
Su madre es la señora de la casa,
y es muy buena, prudente y virtuosa.
Yo crié a su hija, con la que ahora hablabais.
Os digo que quien la gane,
conocerá el beneficio.

ROMEO
¿Es una Capuleto? ¡Triste cuenta!
Con mi enemigo quedo en deuda.

BENVOLIO
Vámonos, que lo bueno poco dura.

ROMEO
Sí, es lo que me temo, y me preocupa.

CAPULETO
Pero, señores, no queráis iros ya.
Nos espera un humilde postrecito.
Le hablan al oído.
¿Ah, sí? Entonces, gracias a todos.
Gracias, buenos caballeros, buenas noches.
-¡Más antorchas aquí, vamos!
Después, a acostarse.-Oye,
¡qué tarde se está haciendo!
Me voy a descansar.

Salen todos [menos JULIETA y el AMA].

JULIETA
Ven aquí, ama. ¿Quién es ese caballero?

AMA
El hijo mayor del viejo Tiberio.

JULIETA
¿Y quién es el que está saliendo ahora?

AMA
Pues creo que es el joven Petrucio.

JULIETA
¿Y el que le sigue, el que no bailaba?

AMA
No sé.

JULIETA
Pregunta quién es.-Si ya tiene esposa,
la tumba sería mi lecho de bodas.

AMA
Se llama Romeo y es un Montesco:
el único hijo de tu gran enemigo.

JULIETA
¡Mi amor ha nacido de mi único odio!
Muy pronto le he visto y tarde le conozco.
Fatal nacimiento de amor habrá sido
si tengo que amar al peor enemigo.

AMA
¿Qué dices? ¿Qué dices?

JULIETA
Unos versos que he aprendido
de uno con quien bailé.

Llaman a JULIETA desde dentro.

AMA
¡Ya va! ¡Ya va!-Vamos,
los convidados ya no están.

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